Desgraciadamente somos más poeta
cuando estamos tristes
cuando la lluvia cae por sobre los paraguas
y cuando los oídos bostezan a las palabras.
¿Por qué no escuchamos la lluvia caer
si está sobre nosotros?
la gente que tiene frío en las calles si la oye
y a nuestros techos palpitantes
damos por molesto su latir,
que de una u otra forma es nuestro.
Pensamientos abruptos ante tristeza y rabia
me obligarían a salir a fuera
a mojar los hombros del vate
que escribe desde su propia letanía
su propia oración, su propio ego.
Procastinaré escapar
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