domingo, 10 de marzo de 2013

A la muerte y a su juego

Hace unas semanas que el ave viajera de los vates no se posa en hombro, no me ha dicho que la luna brilla, el cielo oscurece y que como siempre te amo. Quizás muchas ocupaciones provocan esta separación con mi yo mismo, pero como fuese hoy les tengo una historia. 

Caminaba, buscando una baya. La simpleza de este pequeño fruto lo llenaba de optimismo tanto a él y a su hermana. A medida que perdía de vista la cabaña y se internaba entre los troncos, sentía que algo iba emanando hacia el aire. Era la vida. 
Rápido y sin tropiezos, corrió en dirección a su pequeño hogar, donde tan sólo su hermana reposaba. Abriendo la puerta de la habitación rompió con el silencio al ver a la Parca, acariciando la frente de quien era su única conexión a tierra. 
- Aléjate, no es su hora - replicó con seguridad
- ¿Acaso eres tu quien sabe la hora? YO SOY LA VIDA Y LA MUERTE, yo domino tus temores y anhelos, soy el cambió entre la arena y el mar, yo hago la diferencia entre tu risa o tu llanto y tu mocoso insolente, ¿vienes a decirme que no es su hora? - 
- Es que quizás... yo no estoy listo - 

Ante la aflicción, el torpe niño lloró. Sintió el frío que la muerte deja a su paso y se sentó a los pies de la cama. Reflexionando si era o no el tiempo de su hermana. 
Dolor, convertido ahora en laconismo. 
Quejas, hechas ahora calma.
Tempestades duraderas, ahora vientos pasivos. 
El amor quedará. 

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