Hoy el viejo Santiago brilla como nunca
miro al cielo y veo cada uno de los trazos
que busco al anochecer
lamentablemente me falta el tuyo,
el lucero nocturno más que la luna
en resplandor
por sobre los pasos
guía y consolador.
Ahora, con sabor a vainilla y café
retomo las miradas con las que alguna vez
te besé
me pierdo en el suspenso de un no sé
y repaso en mi memoria
las notas en discusión
los lapices en el calor.
Savia azul, eso eres tu
no como la sangre
ligera e insignificante
sino que concreta y
lo que siento locuaz
azul, como princesa
por la que brota luz
calor, corazón mío
detén este alud.
Fuimos, somos y seremos aquello que siempre hemos estado destinados a ser: Sólo uno.
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